7.Todavía en los picos de Anubis

1.04.2006




Eran las siete y cuarenta y ya la noche amenazaba con cerrarse sobre nosotros. El camino se había vuelto más empinado y hostil a medida que avanzábamos. Seguimos unos cientos de metros sobre suelo pedregoso, serpenteando entre altos paredones de roca desnuda y cristales de mica, hasta que por fin llegamos a una especie de meseta.
El soldado Gomez se adelantó para inspeccionar el terreno y luego nos hizo señas para continuar. El camino se cortaba abruptamente al borde de un profundo precipicio y reaparecía del otro lado, observamos el frágil puente colgante que conectaba los dos extremos. Era un angosto puente de cuerdas y tablas de madera que parecía no haberse usado por años, cada dos o tres metros faltaba una tabla y las cuerdas rechinaban mientras el artilugio se movía de un lado a otro a merced del viento de la montaña. El fondo del abismo parecía perderse en las entrañas de la tierra, desde donde brotaba una bruma malsana que se arremolinaba en la distancia. El espectáculo era verdaderamente horroroso, no hacía falta ser un genio para calcular las consecuencias de una caída.
Mandé llamar al capitán Felipe para manifestarle mi decisión.
--- Cruzaremos ese puente y acamparemos más allá de aquellas rocas. ¿Las ve? De este lado del precipicio no tenemos protección contra el viento y no quiero pasarme la noche persiguiendo carpas voladoras ---
--- Pero señor...está usted seguro de...
--- No quiero escucharlo Capitán. Ya le he manifestado mi decisión. ---
--- Si señor --- Con esa odiosa y patente desconfianza que lo caracterizaba, el Capitán Felipe se alejó para comunicarle la orden al batallón.
--- En marcha soldados! --- Se lo oyó gritar y el eco de su voz se burló de él desde las profundidades del precipicio.
Yo sabía que muchos de los miembros del equipo sufrían de vértigo a las alturas, pero ceder al sentido común hubiera sido un error. Lo mejor era que cruzáramos rápido para que nadie tuviese tiempo de pensarlo dos veces. Para darles el ejemplo, me puse al frente del grupo y enfilé mi mula en dirección al puente. La mula torció la cabeza y me miró a los ojos.
--- Yo no pienso cruzar por ese puentecito de mierda Sargento. Esas tablas están podridas y no creo que aguanten tanto peso--- Dijo, como si fuera lo más normal del mundo.

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